Lavando Platos

"Cada cual ayudó a su vecino, y a su hermano dijo: Esfuérzate" (Isaías 41:6).

Un hombre de Dios, que frecuentemente ayudaba su esposa en las tareas domésticas, finalmente protestó cuando ella lepidió para lavar los platos. "Éste no es un trabajo parahombres," dijo él. "Es sí," retrucó la esposa, "vea en 2Reyes, capítulo 21, verso 13."

Agarró la Biblia y encontró:"... y limpiaré a Jerusalén como se limpia un plato, que sefriega y se vuelve boca abajo."

Es claro que nuestra ilustración es una simple anécdota, peropodemos reflexionar en lo que ella nos muestra. Muchas veces olvidamos de que el mejor camino para una vida plena y felizse encuentra en la satisfacción de ser útiles a aquellos quenos rodean. Ayudar la esposa en los trabajos agobiantes dela casa, los hijos en sus momentos de inquietudes eincertidumbre, los colegas de trabajo en aquello que sea posible, los hermanos de la iglesia en sus dificultades, noshace sentir grande alegría en el corazón y nos lleva alregocijo de vivir como verdaderos hijos de Dios.Cuando pensamos solo en nosotros, omitiéndonos con relacióna nuestro prójimo, mostrémonos egoístas, insensibles yavergonzamos el nombre del Señor que nos mandó "amar al prójimo como la nosotros mismos."Nuestra alma se llena de goce y glorifica a Dios al ver nuestros entes queridos cheios de dicha por valoremos lo que hacen. Nuestro corazón desborda de placer, al final del día, al recordar que no negamos el socorro a los amigos que de nosotros necesitaron. Nuestra alegría perdurará por toda laeternidad por acarreemos los perdidos al camino de lasalvación, hablándoles del amor de Cristo y de Su sacrificioen la cruz por todos nosotros, pecadores.Y usted, ¿continúa pensando apenas en su propia vida o está a la disposición para "lavar los platos?"