lunes, 29 de octubre de 2007

NUESTRO ÁNGEL GUARDIÁN

por el Hermano Pablo

«No te olvides de llevar el peine —le recordó la señora—; te hará falta.» El hombre se sintió un tanto incómodo. Últimamente, con la persistente caída del cabello, ya no podía mantenerse peinado todo el día. La insistencia de la señora a que llevara siempre un peine le recordaba su incipiente calvicie.

Pero con todo, John Reilly, hombre ya de setenta y cinco años, se puso en el bolsillo de la camisa el peine plástico que le entregó la señora. Ese peine fue su salvación. Porque al rato nomás, cuando pasaba por debajo de una ventana, alguien le disparó con un rifle. La bala del rifle, dirigida directamente a su corazón, pegó en el peine de plástico, que desvió su trayectoria. La bala se le incrustó en el brazo, sí, pero erró al corazón. El despreciado peine lo había salvado de la muerte segura.

En esta vida hay salvaciones providenciales. Por eso mucha gente cree que nos acompaña un ángel guardián, que puede librarnos de accidentes y problemas, y mantener alejado al diablo.
Cierta vez un policía de Rosario, Argentina, intervino en un tiroteo con unos maleantes. Entre los disparos sintió un impacto en el pecho, pero ninguna herida. La bala, dirigida también contra su corazón, se había incrustado en un Nuevo Testamento que el hombre llevaba en el bolsillo de la camisa. Era un Nuevo Testamento que le había regalado su novia, que deseaba que él se hiciera seguidor de Cristo.

Lo cierto es que ha habido personas que se han salvado de un modo tan increíble que concluimos que solamente la intervención de un ángel, o la mano poderosa de Dios, pudo haberlo hecho.
Una joven camarera de un restaurante en San Diego, California, cayó a un pozo de un edificio en construcción, a las once de la noche. En el fondo del pozo había un hierro levantado. Debido a que la joven cayó de cabeza, la punta del hierro le entró por la clavícula y le salió por la ingle. Sin embargo, no murió. Milagrosamente, el hierro no interesó ningún órgano vital. A los pocos días, volvió a su trabajo.

La Biblia dice: «El ángel del Señor acampa en torno a los que le temen; a su lado está para librarlos» (Salmo 34:7). Esta verdad bíblica es más cierta cuando uno la cree y la retiene en la mente y en el corazón.

En un mundo donde parece reinar el azar, el acaso y lo fortuito, necesitamos fe constante en un Salvador amante y consciente, que puede librar y salvar en todo momento. Ese Salvador es Cristo, el Señor viviente.

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