Evangelio: Lc 11,42-46
En aquel tiempo, Jesús dijo: “¡Ay de ustedes, fariseos, porque pagan diezmos hasta de la hierbabuena, de la ruda y de todas las verduras, pero se olvidan de la justicia y del amor de Dios! Esto debían practicar sin descuidar aquello. ¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar los lugares de honor en las sinagogas y que les hagan reverencias en las plazas! ¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven, sobre los cuales pasa la gente sin darse cuenta!”. Entonces tomó la palabra un doctor de la ley y le dijo: “Maestro, al hablar así, nos insultas también a nosotros”. Entonces Jesús le respondió: “¡Ay de ustedes también, doctores de la ley, porque abruman a la gente con cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni con la punta del dedo!”.
Oración introductoria:
Señor, en esta oración quiero darte las gracias por tu amor. ¡Cuánto has hecho por mí! ¡Cuánto tuviste que sufrir para redimirme! Cada paso de tu vida fue un acto de amor para salvarme, sin importar el precio. ¡Tu amor no tiene límites! Lléname de tu caridad Señor y ayúdame a vivirla en todas mis relaciones con mi prójimo.
Petición:
Señor, dame un corazón sencillo y sincero.
Meditación:
“El Señor nos enseña a levantar los ojos y sobre todo el corazón. Al levantar la mirada, apartándola de las cosas del mundo, a orientarnos hacia Dios en la oración y así elevar nuestro ánimo. En un himno de la Liturgia de las Horas pedimos al Señor que custodie nuestros ojos, para que no acojan ni dejen que en nosotros entren las ‘vanitates’, las vanidades, la banalidad, lo que sólo es apariencia. Pidamos que a través de los ojos no entre el mal en nosotros, falsificando y ensuciando así nuestro ser. Pero queremos pedir sobre todo que tengamos ojos que vean todo lo que es verdadero, luminoso y bueno, para que seamos capaces de ver la presencia de Dios en el mundo. Pidamos, para que miremos el mundo con ojos de amor, con los ojos de Jesús, reconociendo así a los hermanos y las hermanas que nos necesitan, que están esperando nuestra palabra y nuestra acción” (Benedicto XVI, 9 de abril de 2009).
Reflexión apostólica:
En todos nuestros apostolados en el Regnum Christi ofrezcamos a los demás un trato personal, acogedor y lleno de caridad, a ejemplo de Cristo. Nada contagia tanto como el amor auténtico, hecho disponibilidad y entrega a los demás.
Propósito:
Ser sincero en todas mis acciones, recordando que Dios me ve.
Diálogo con Cristo:
Jesús, la condena de los fariseos me enseña que no te agrada que juzgue a los demás, que sea despectivo en el trato con los otros o que mida a las personas de acuerdo a mis criterios superficiales. En mi examen de conciencia de hoy me preguntaré cómo he practicado la caridad de pensamiento hacia los demás.
«¡Que el amor de Cristo sea su tesoro, por el cual vendan todo, incluso su egoísmo, su soberbia, su vanidad, hasta que realmente puedan llegar a sentir gusto y alegría de ser semillas podridas en el surco!» (Cristo al centro, n. 92).
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