jueves, 30 de diciembre de 2010

FELIZ NAVIDAD Y UN VENTUROSO 2011



Y navidades van y navidades vienen. Y en medio de todo eso, el frenesí y el consumismo hacen de las suyas, y el único milagro a celebrar cada año, al parecer, es el de haber hecho rendir el dinero en las compras navideñas, eso sí, sin haber sido asaltado para un robo de utilidades.

Algunos le atribuyen cierta aura mágica a las fechas, o lo toman como un mero formalismo, igual que la cuaresma para “portarnos mejor” que el resto de las épocas del año. Y entre superficialidades, y buenas intenciones de hacer las cosas bien, o hacer un cambio.

Así que, entre celebración y celebración, el arsenal de rituales para celebrar la Navidad y recibir el año nuevo es cada vez más y más grande: La bienvenida al “Espíritu de la Navidad”, la ropa interior amarilla, las uvas, la maleta alrededor de la cuadra, los menjurges de olor a mandarina y pare usted de contar...

¿Por qué somos tan amantes de las “novedades”? ¿Por qué nos encanta hacer rituales que nos prometen la prosperidad sin hacer de nuestra parte ningún esfuerzo, o cambio personal? ¿Por qué le huimos a la verdad de lo que nos dicen las Escrituras acerca del sentido verdadero de la celebración navideña?

Que no haya en medio de ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego; que nadie practique encantamientos o consulte a los astros; que no haya brujos ni hechiceros; que no se halle a nadie que se dedique a supersticiones o consulte los espíritus; que no se halle ningún adivino o quien pregunte a los muertos. Porque Yahvé aborrece a los que se dedican a todo esto, y los expulsa delante de ti a causa de estas abominaciones. Tú, en cambio, te portarás bien en todo con Yahvé, tu Dios. (Deuteronomio 18, 9-13).

¿Es la Navidad un mero formalismo o ritual de “prosperidad”? En medio de todas las dificultades actuales, y del ataque a algunos símbolos cristianos en el mundo ¿Cuál es la reflexión verdadera que debemos hacer?

En medio de tanta búsqueda de novedades del mundo de hoy, somos nosotros, los cristianos, quienes debemos arriesgarnos a ser “diferentes” quienes debemos dar testimonio al mundo del verdadero sentido de la Navidad, la celebración de la encarnación del Dios Vivo y Verdadero: Aquél que nos pide cumplir el mandamiento de amar al prójimo sin perdernos en ritualismos que nos apartan de Él, y por lo tanto nos hacen caer en el pecado y en la esclavitud consumista.

Proponemos iniciar una nueva tradición para este Fin de Año. Al sonar las campanadas, dejar a un lado las absurdas tradiciones basadas en la superchería y en el paganismo, y hacer un sencillísimo acto: Decir en voz alta “yo recibo este año en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, mientras nos hacemos la señal de la cruz, y luego dar el acostumbrado feliz año a todos.

¿Por qué no hacer la prueba de hacer algo así de diferente? ¿Por qué no afirmar nuestro cristianismo en medio de tanto paganismo, y lo que es mejor, encomendar este año entrante al Altísimo? (Encomienda tus obras a Yahvé, y tus proyectos se realizarán. Prv 16, 3).
De nuestra parte nos queda desearle gracia, paz y bendiciones a usted y a los suyos, y que logre usted vivir su navidad a plenitud, teniendo un encuentro personal con Cristo Vivo y Resucitado.

No hay comentarios:

Powered By Blogger