nos plantea una hipótesis interesante:
Primero preguntémonos ¿Puede Dios dejar de existir? Desde luego, la respuesta es un rotundo no, porque eso implicaría un cambio en el ser de Dios, y Él, siendo eterno, no puede cambiar en sí mismo. Imagino que muchos de mis lectores de inclinaciones más filosóficas objetarán esta formulación, pero hay varias formas de expresar la misma idea, y esta es la más breve que me viene a la mente ahora, antes de pasar a temas más interesantes.
Muy bien, eso fue fácil, veamos si podemos ir más allá. Parece que lo que en el fondo nos plantean es “Si Dios no hubiera existido nunca ¿Sería diferente el mundo?” La verdad, cuesta imaginar un mundo sin Dios, porque la sola existencia de un universo contingente da cuenta de la necesidad lógica de un ser necesario. ¿Cómo podría haber iniciado ese mundo? ¿tendría fin? ¿existiría el tiempo? Puesto que los pensamientos de los seres humanos existen en el tiempo, no nos es fácil plantear un universo donde esa categoría no fuera aplicable.
Pero digamos que cerramos nuestra mente a la lógica por un momento, e imaginamos un universo contingente, con inicio y fin en el tiempo, pero donde Dios no se encuentra presente ¿Cómo sería ese universo? yo diría que, si el conjunto de la realidad puede surgir de la nada, no se ve inconveniente en que partes de esa misma realidad también aparezcan y se extingan sin necesidad de causa suficiente. ¿Resultado? Un lugar del más total caos, ciertamente uno donde no sólo no nos gustaría vivir, sino que cualquier tipo de existencia mantenida en el tiempo sería breve y desastrosa.
Puesto que la premisa hace referencia a “los habitantes del planeta, animales y vegetales, humanos y no humanos", parece que todavía no hemos encontrado el universo en el que piensa nuestro lector, así que sigamos buscando. Podemos imaginar un mundo creado por un “gran arquitecto”, un demiurgo que haya establecido las reglas de la realidad, dando inicio al tiempo y poniendo al universo en marcha, pero sin tener ningún interés ni participación en lo que ocurriera después ¿Es esto posible?
Los profesores de filosofía nos dicen que no, que Dios siendo plena bondad no sólo creó el mundo sino que lo mantiene en existencia, y cualquier cosa que Dios no quiere o permite, simplemente deja de existir, o más bien nunca puede haber existido. Sin embargo, nuevamente podemos obviar esta contradicción e imaginar que un ser muy poderoso creó una parcela del universo, con total indiferencia hacia su creación, y en condiciones en que sus planetas se poblarían con animales, vegetales y humanos. Tengamos presente que, de acuerdo a la ciencia actual, las variables que permiten la existencia de elementos más pesados que el hidrógeno y el helio son bastante arbitrarias, de modo que cuesta imaginar un gran diseñador que luego se haya desentendido de su creación, pero es una posibilidad ¡y parece que ya nos acercamos más a la premisa de la pregunta!
Entonces ¿Sería diferente este mundo del nuestro? Nuevamente tenemos que ejercitar el músculo especulativo hasta su extremo ¿Serían los hombres de ese mundo diferentes de los que conocemos? Desde luego, en un universo como este no habría normas morales como las conocemos y según las cuáles comportarse ¿no es cierto? Pues resulta que conocemos seres que se comportan sin ninguna consideración moral, los llamamos “animales".
¿Podría haber un ser humano verdadero en tal lugar? Un homínido en esa tierra ¿no sería más similar a un delfín de tierra? Desde luego, no existiría ni la guerra ni los crímenes, actividades que sólo puede emprender un ser humano con alma trascendente, pero sí el dolor, las enfermedades, las catástrofes naturales y la muerte. La diferencia sería que a nadie le importaría; tal como nadie se detiene a pensar ni un instante en los millones de bacterias que mueren a cada segundo en nuestros intestinos, el dolor y la muerte en ese universo no tendrían nada de especial.
Tal vez podemos ir más allá, e imaginar la creación de un demiurgo, donde efectivamente existen los humanos como los conocemos, con su libertad, sus ganas de vivir, sus intuiciones morales, su creatividad, y su necesidad de adorar a Dios. La pregunta que inmediatamente nos tendríamos que hacer es “¡¿Cómo llegaron ahí?!” Cómo es posible que haya libertad, donde nunca la hubo antes, o música, o ética. Este sería un lugar profundamente misterioso, y donde seguramente habría guerras, muerte y soledad, y no sólo dolor, sino verdadero sufrimiento.
El misterio de estas criaturas totalmente anómalas en un universo frío y ajeno, demandaría una explicación ¿y cuál sería, sino Dios?.
De nuevo podemos preguntarnos ¿sería su mundo diferente al nuestro? ¿no habría los mismos conflictos? ¿Cómo podrían esos hombres, mirando a su mundo decir si Dios existe o no? Habría muerte, catástrofes y sufrimientos, sin dudas, y a pesar de ello los hombres buscarían y encontrarían un logos en el mundo, un arjé unificador de la realidad. Estarían, dicho de otro modo, en la misma situación en que estaban todos los filósofos pre cristianos, afirmando la existencia de un Dios trascendente, pero sin saber mucho más acerca de él que su misma existencia, buscando un principio moral sin saber por qué.
Lo cierto es que nunca alcanzarían el desarrollo técnico que conocemos como el mundo moderno, se quedarían en las etapas anteriores de avance, porque la ciencia sólo puede convertirse en tecnología cuando existe una masa crítica de personas que creen en un mundo ordenado y regido por un principio que el ser humano puede conocer… y sólo el cristianismo ha podido proporcionar la base filosófica para mantener esa idea.
En conclusión, observando el mundo en general y al ser humano en especial, podemos afirmar que Dios existe. El sufrimiento y los desastres no alcanzan para negar esa conclusión, porque si lo hiciéramos, al mismo tiempo negaríamos nuestra capacidad de comprender el universo. A lo más podríamos decir ¿Por qué un dios omnipotente y bondadoso permite el mal?
Esa es la gran pregunta a la que se enfrentaron los deístas de la antigüedad, y ha sido necesario que Dios mismo nos diera la respuesta, en la cruz: “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). Para los que vivieron antes del año 33, o para quien no ha conocido o no acepta la revelación cristiana, el testimonio de los evangelios y los mártires, lo lógico no es ser ateo ni agnóstico, sino deísta; y todavía tendría que admitir que existe el misterio de la ley moral en su corazón, como Kant.
El cristianismo es superior a otras religiones por aplicación del principio científico: permite explicar mejor la realidad, unifica y admite dentro de sí las explicaciones anteriores. El materialismo explica muchas cosas, pero no al ser humano, ni el orden del universo; el deísmo explica el orden, pero no al ser humano, ni su sufrimiento. El cristianismo enseña que cuando las cosas pueden ocurrir por causas meramente materiales, esa es la forma de explicarlas, pero cuando no es así, todavía hay una respuesta disponible, y no debemos rendirnos al misterio. Claro, todavía hay muchas cosas misteriosas, partiendo por la voluntad misma de Dios, pero él mismo nos ha dicho “Ya no os llamo siervos, sino amigos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Juan 15,15), puede que sea un misterio cada cosa que Dios hace o permite, pero el fin último ya se ha revelado, y es coherente con la razón y la bondad de Dios.
Exploré hartas preguntas, no sé si las respondí; sólo espero que alguna de ellas sea la que tenía en mente el comentarista inicial.
Fuente: InfoCatolica
http://infocatolica.com/blog/esferacruz.php/1105260751-iy-si-dios-n..
Un lector “Supongamos, en mi caso momentáneamente y exclusivamente como “hipótesis de trabajo", que Dios existe. Es una realidad constatable que el mundo, la vida, no está para nada exenta de dolor, enfermedades, guerras, crímenes, sufrimiento, catástrofes naturales, muerte… que afectan a todos los habitantes del planeta, animales y vegetales, humanos y no humanos, por igual. Me pregunto, le pregunto, ¿si Dios no existe, o si dejara de existir mañana, notaríamos alguna diferencia en todo lo anterior?.”En primer lugar, anotar que la pregunta expresada de esa forma es contradictoria, porque da por supuesto que Dios existe, y luego, al formular la pregunta, se pone en el supuesto que Dios no exista, pero incluso resulta más interesante así, porque nos permite explorar varias posibilidades diferentes.
Primero preguntémonos ¿Puede Dios dejar de existir? Desde luego, la respuesta es un rotundo no, porque eso implicaría un cambio en el ser de Dios, y Él, siendo eterno, no puede cambiar en sí mismo. Imagino que muchos de mis lectores de inclinaciones más filosóficas objetarán esta formulación, pero hay varias formas de expresar la misma idea, y esta es la más breve que me viene a la mente ahora, antes de pasar a temas más interesantes.
Pero digamos que cerramos nuestra mente a la lógica por un momento, e imaginamos un universo contingente, con inicio y fin en el tiempo, pero donde Dios no se encuentra presente ¿Cómo sería ese universo? yo diría que, si el conjunto de la realidad puede surgir de la nada, no se ve inconveniente en que partes de esa misma realidad también aparezcan y se extingan sin necesidad de causa suficiente. ¿Resultado? Un lugar del más total caos, ciertamente uno donde no sólo no nos gustaría vivir, sino que cualquier tipo de existencia mantenida en el tiempo sería breve y desastrosa.
Puesto que la premisa hace referencia a “los habitantes del planeta, animales y vegetales, humanos y no humanos", parece que todavía no hemos encontrado el universo en el que piensa nuestro lector, así que sigamos buscando. Podemos imaginar un mundo creado por un “gran arquitecto”, un demiurgo que haya establecido las reglas de la realidad, dando inicio al tiempo y poniendo al universo en marcha, pero sin tener ningún interés ni participación en lo que ocurriera después ¿Es esto posible?
Los profesores de filosofía nos dicen que no, que Dios siendo plena bondad no sólo creó el mundo sino que lo mantiene en existencia, y cualquier cosa que Dios no quiere o permite, simplemente deja de existir, o más bien nunca puede haber existido. Sin embargo, nuevamente podemos obviar esta contradicción e imaginar que un ser muy poderoso creó una parcela del universo, con total indiferencia hacia su creación, y en condiciones en que sus planetas se poblarían con animales, vegetales y humanos. Tengamos presente que, de acuerdo a la ciencia actual, las variables que permiten la existencia de elementos más pesados que el hidrógeno y el helio son bastante arbitrarias, de modo que cuesta imaginar un gran diseñador que luego se haya desentendido de su creación, pero es una posibilidad ¡y parece que ya nos acercamos más a la premisa de la pregunta!
Entonces ¿Sería diferente este mundo del nuestro? Nuevamente tenemos que ejercitar el músculo especulativo hasta su extremo ¿Serían los hombres de ese mundo diferentes de los que conocemos? Desde luego, en un universo como este no habría normas morales como las conocemos y según las cuáles comportarse ¿no es cierto? Pues resulta que conocemos seres que se comportan sin ninguna consideración moral, los llamamos “animales".
¿Podría haber un ser humano verdadero en tal lugar? Un homínido en esa tierra ¿no sería más similar a un delfín de tierra? Desde luego, no existiría ni la guerra ni los crímenes, actividades que sólo puede emprender un ser humano con alma trascendente, pero sí el dolor, las enfermedades, las catástrofes naturales y la muerte. La diferencia sería que a nadie le importaría; tal como nadie se detiene a pensar ni un instante en los millones de bacterias que mueren a cada segundo en nuestros intestinos, el dolor y la muerte en ese universo no tendrían nada de especial.
Tal vez podemos ir más allá, e imaginar la creación de un demiurgo, donde efectivamente existen los humanos como los conocemos, con su libertad, sus ganas de vivir, sus intuiciones morales, su creatividad, y su necesidad de adorar a Dios. La pregunta que inmediatamente nos tendríamos que hacer es “¡¿Cómo llegaron ahí?!” Cómo es posible que haya libertad, donde nunca la hubo antes, o música, o ética. Este sería un lugar profundamente misterioso, y donde seguramente habría guerras, muerte y soledad, y no sólo dolor, sino verdadero sufrimiento.
El misterio de estas criaturas totalmente anómalas en un universo frío y ajeno, demandaría una explicación ¿y cuál sería, sino Dios?.
De nuevo podemos preguntarnos ¿sería su mundo diferente al nuestro? ¿no habría los mismos conflictos? ¿Cómo podrían esos hombres, mirando a su mundo decir si Dios existe o no? Habría muerte, catástrofes y sufrimientos, sin dudas, y a pesar de ello los hombres buscarían y encontrarían un logos en el mundo, un arjé unificador de la realidad. Estarían, dicho de otro modo, en la misma situación en que estaban todos los filósofos pre cristianos, afirmando la existencia de un Dios trascendente, pero sin saber mucho más acerca de él que su misma existencia, buscando un principio moral sin saber por qué.
Lo cierto es que nunca alcanzarían el desarrollo técnico que conocemos como el mundo moderno, se quedarían en las etapas anteriores de avance, porque la ciencia sólo puede convertirse en tecnología cuando existe una masa crítica de personas que creen en un mundo ordenado y regido por un principio que el ser humano puede conocer… y sólo el cristianismo ha podido proporcionar la base filosófica para mantener esa idea.
En conclusión, observando el mundo en general y al ser humano en especial, podemos afirmar que Dios existe. El sufrimiento y los desastres no alcanzan para negar esa conclusión, porque si lo hiciéramos, al mismo tiempo negaríamos nuestra capacidad de comprender el universo. A lo más podríamos decir ¿Por qué un dios omnipotente y bondadoso permite el mal?
Esa es la gran pregunta a la que se enfrentaron los deístas de la antigüedad, y ha sido necesario que Dios mismo nos diera la respuesta, en la cruz: “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). Para los que vivieron antes del año 33, o para quien no ha conocido o no acepta la revelación cristiana, el testimonio de los evangelios y los mártires, lo lógico no es ser ateo ni agnóstico, sino deísta; y todavía tendría que admitir que existe el misterio de la ley moral en su corazón, como Kant.
El cristianismo es superior a otras religiones por aplicación del principio científico: permite explicar mejor la realidad, unifica y admite dentro de sí las explicaciones anteriores. El materialismo explica muchas cosas, pero no al ser humano, ni el orden del universo; el deísmo explica el orden, pero no al ser humano, ni su sufrimiento. El cristianismo enseña que cuando las cosas pueden ocurrir por causas meramente materiales, esa es la forma de explicarlas, pero cuando no es así, todavía hay una respuesta disponible, y no debemos rendirnos al misterio. Claro, todavía hay muchas cosas misteriosas, partiendo por la voluntad misma de Dios, pero él mismo nos ha dicho “Ya no os llamo siervos, sino amigos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Juan 15,15), puede que sea un misterio cada cosa que Dios hace o permite, pero el fin último ya se ha revelado, y es coherente con la razón y la bondad de Dios.
Exploré hartas preguntas, no sé si las respondí; sólo espero que alguna de ellas sea la que tenía en mente el comentarista inicial.
Fuente: InfoCatolica
http://infocatolica.com/blog/esferacruz.php/1105260751-iy-si-dios-n..
No hay comentarios:
Publicar un comentario