viernes, 18 de diciembre de 2015

Explicación de la Bula «Misericordiae vultus»


Los aspectos más importantes del Jubileo de la Misericordia

La Bula Misericordiae vultus constituye un precioso tratado sobre la misericordia, magnífica y sencillamente expuesto por el Papa


Por: Mons. Gerardo Melgar | Fuente: www.agenciasic.com 



Quiero ofreceros un resumen de la Bula “Misericordiae vultus” que convoca el Jubileo porque constituye un precioso tratado sobre la misericordia, magnífica y sencillamente expuesto por el Papa, y cuya lectura nos ayudará a entender mejor el significado de este Jubileo.

La Bula “Misericordiae vultus” (I)
El 5 de mayo de 2015, en la Sala de prensa de la Santa Sede, fue presentado el Jubileo extraordinario de la misericordia. En “Evangelii gaudium”, el Santo Padre nos ofrece la clave reveladora que nos ayudará a entender el verdadero significado y el sentido de este Año jubilar: “La iglesia vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva” (n. 24); desde aquí debemos leer la Bula “Misericordiae vultus”.
Es cierto que el Jubileo de la misericordia tiene unas particularidades que lo distinguen de todos los demás que ha habido con otros motivos: en primer lugar, es deseo del Papa que sea vivido tanto en Roma como en las Iglesias locales. En segundo lugar porque, por primera vez en la historia de los Jubileos, se ofrece la posibilidad de abrir la puerta santa, la puerta de la misericordia, en cada Diócesis, especialmente en cada Catedral, en un templo significativo o en un santuario de devoción especial para los fieles. En tercer lugar, se trata de un Jubileo temático que toma su fuerza en el contenido central de la fe y busca recordar a la Iglesia su misión prioritaria de ser testimonio de la misericordia; para ello, el Papa enviará al mundo entero unos misioneros de la misericordia, sacerdotes pacientes y capaces de comprender los límites de los hombres pero audaces para difundir en la predicación y en la confesión el efluvio luminoso del Buen Pastor. Finalmente, el Jubileo va dirigido para que todos los cristianos, de cualquier edad, vocación o carisma, participen en él y vivan el profundo significado de la misericordia.


Para que todos puedan participar se ha establecido un calendario para que todos se sientan llamados a vivir la misericordia del Señor: el 8 de diciembre, celebración de la apertura del jubileo de la Misericordia; del 19 al 23 de enero, queriendo ayudar a comprender el carácter peregrinante de la vida, se dedicará a todos los que sirven en santuarios y en el campo de la peregrinación; el 3 de abril, con el objeto de convocar a los creyentes que viven de una forma especial la experiencia de la misericordia, habrá una celebración para todas aquellas realidades que se identifican más con una espiritualidad de la misericordia; el 24 de abril, jornada dedicada a los adolescentes que, después de la Confirmación, son llamados a confesar su fe; el 29 de mayo, Jubileo para quienes se sienten llamados a la vocación sacerdotal; el 3 de junio, festividad del Sagrado Corazón de Jesús, dedicado a los sacerdotes; el 12 de junio, dedicado a los enfermos y a las personas que les ayudan con su solicitud y amor; el 4 de septiembre será el día del mundo caritativo y del voluntariado a favor de los pobres y necesitados; el 25 de septiembre, el Jubileo de los catequistas; el 9 de octubre se celebrará a la Madre de la misericordia; el 6 de noviembre,el Jubileo para los reclusos; finalmente, el 20 de noviembre, Solemnidad de Cristo, Rey del universo, tendrá lugar la clausura del Año jubilar en toda la Iglesia.
Repensar la misericordia, como ha querido el Papa con este Jubileo, será una verdadera gracia, un auténtico kairós para todos los cristianos y un verdadero renacimiento para proseguir en el camino de la nueva evangelización y de la conversión pastoral. En este tiempo hermoso que Dios nos va a regalar todos tendremos la oportunidad de comprender y vivir mejor una de las verdades fundamentales de nuestra fe que Cristo nos ha revelado: Dios es perdón y misericordia, capaz de compadecerse de nuestras pobrezas y debilidades.

La Bula “Misericordiae vultus” (II)
Seguimos con el resumen de la Bula del Papa Francisco para el Jubileo extraordinario de la misericordia. Ya comentamos cómo aparecía la realidad de la misericordia en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, especialmente en los salmos y en las parábolas de la misericordia. Quiero detenerme en un precioso aspecto en el que el Santo Padre habla de la misericordia como distintivo de la identidad de los hijos de Dios. Y es que la misericordia no sólo es un distintivo del obrar del Padre sino que es realmente el distintivo y el criterio para saber quiénes son realmente hijos de Dios. Todos estamos llamados a vivir desde la misericordia porque a todos se nos ha aplicado la misericordia por parte de Dios; el perdón de las ofensas es una expresión del amor misericordioso y para nosotros, los cristianos, es un imperativo del que no podemos prescindir.
Jesús señala la misericordia como ideal de vida y como criteri o de credibilidad de nuestra fe: “Dichosos los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia” ( Mt 5, 7) Una vez más, la Sagrada Escritura nos recuerda que la misericordia es la palabra clave para indicar el actuar de Dios con nosotros; Él no se limita a afirmar sólo su amor sino que lo hace tangible y visible. Como Él es misericordioso, así estamos llamados también nosotros a ser misericordiosos los unos con los otros.
Por eso, la misericordia es la viga maestra que mantiene la vida de la Iglesia. Toda su acción pastoral debería estar revestida de la ternura a los creyentes y nada de su anuncio al mundo debe carecer de misericordia. La credibilidad de la Iglesia pasa a través del amor misericordioso y compasivo; y así, la Iglesia “vive un deseo inago table de brindar misericordia” (EG 24) El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza, mucho más cuando la experiencia de perdón en la cultura actual se desvanece más cada vez. San Juan Pablo II , en su Encíclica “Dives in misericordia”, hacía notar el olvido del tema de la misericordia en la cultura actual. Por otra parte, motivaba la urgencia de anunciar y testimoniar la misericordia en el mundo contemporáneo: “La iglesia vive una vida auténtica cuando profesa y proclama la misericordia, el atributo más estupendo del Creador y del Redentor, y cuando acerca a los hombrees a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora” (n. 13)
Dicho esto podemos preguntar nos: ¿en qué consiste la misión de la Iglesia en este sentido? En anunciar la misericordia de Dios. En la nueva evangelización, en la que está embarcada la Iglesia, el tema de la misericordia exige ser expuesto una vez más con nuevo entusiasmo y con una renovada acción pastoral. Es determinante para la Iglesia y para la credibilidad de su anuncio que ella viva y testimonie en primera persona la misericordia. Su lenguaje y sus gestos deben transmitir misericordia para poder entrar en el corazón de las personas y motivarlas para reencontrar el camino de la vuelta al Padre. La primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo que urge hasta el perdón y el don de sí mismo; así, la Iglesia se hace sierva y mediadora entre Dios y los hombres. Donde la Iglesia está presente allí debe ser evidente la misericordia del Padre y donde quiera que haya cristianos cualquiera debería encontrar un oasis de misericordia.
Por todo ello, el Año Jubilar queremos vivirlo a la luz de la Palabra del Señor: siendo misericordiosos como el Padre es misericordioso (cf. Lc 6, 36) Es éste un programa comprometedor, lleno de paz y de alegría, que Jesús dirige a todos cuantos escuchan su voz (cf. Lc 6, 27) Pero para ser capaces de misericordia debemos, en primer lugar, ponernos a la escucha de la Palabra de Dios, lo que lleva consigo recuperar el valor del silencio para meditar la Palabra que se nos dirige. De este modo, será posible contemplar la misericordia de Dios y asumirla como propio estilo de vida.
La peregrinación es un signo peculiar en el Año Santo porque actualiza la imagen del camino que cada persona realiza en su existencia; también para llegar a la puerta santa cada uno habrá de realizar una peregrinación. Es así que la peregrinación nos está indicando que la misericordia es una meta por alcanzar que requiere compromiso y sacrificio. La peregrinación se convierte en estímulo para la conversión, pues atravesando la puerta santa nos dejaremos abrazar por la misericordia de Dios y nos comprometeremos a ser misericordiosos con los demás, como el Padre lo es con nosotros.

La Bula “Misericordiae vultus” (III)
Jesús mismo indica las etapas o momentos de la misericordia mediante la cuales es posible alcanzar la misma: “ No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá” (Lc 6, 37 - 38)
Cristo pide, en primer lugar, no juzgar y no condenar: si no se quiere incurrir en el juicio de Dios, nadie puede convertirse en el juez de su hermano porque los hombres se quedan en lo superficial mientras que el Padre mira el interior. Hablar mal del hermano en su ausencia equivale a exponerle al descrédito, a comprometer su reputación y dejarle a merced del chisme; por eso, hemos de saber percibir lo bueno que tiene cada uno y no permitir que nadie sufra por nuestro juicio parcial.
Pero esto es lo negativo que no es sufi ciente. Para manifestar la misericordia, Jesus pide también perdonar y dar: ser instrumentos de perdón porque nosotros hemos sido los primeros que lo hemos recibido. Ser generosos con todos sabiendo que Dios es también benevolente y magnánimo con nosotros.
El lema del Año Santo es “Misericordiosos como el Padre”. En su misericordia tenemos la prueba de que Dios nos ama. Él se nos da por entero y siempre, gratuitamente y sin pedir nada a cambio. Nosotros, que vivimos en una situación de debilidad, le pedimos al empezar cada mañana “Dios mío, ven en mi auxilio” y este auxilio consiste en que seamos capaces de captar su presencia y compañía para que, tocados por su compasión, día tras día nosotros seamos compasivos con todos.
Además, el Año Santo pide que abramos el corazón a los que viven en las contradictorias periferias existenciales que el mundo moderno dramáticamente crea. En el Jubileo se llama a toda la Iglesia a que cure las heridas de los hombres que sufren, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y curarlas con la fraternidad y la debida atención.
No podemos caer en la indiferencia que humilla, ni en la habitualidad que anestesia el alma e impide descubrir la novedad, ni el cinismo que destruye. Hemos de mirar las miserias del mundo, los sufrimientos de tantos hermanos y hermanas privados de dignidad y escuchar sus gritos de auxilio. Acerquémonos a ellos y ofrezcámosles el calor de nuestra amistad y fraternidad.

+ Gerardo Melgar
Obispo de Osma-Soria

Imagen: Esta pintura de Bartolomé Esteban Murillo, Abraham y los tres ángeles(Ottawa, National Gallery), representa la obra de misericordia "dar posada al peregrino", como parte de la serie de seis que pintó, entre 1666 y 1670, para la iglesia del Hospital de la Caridad

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