sábado, 19 de diciembre de 2015

LA FE DE SAN JOSÉ


Fuente: Pbro. Dr. Pedro Hidalgo Díaz
El evangelio del día de hoy nos presenta el conflicto que se le presenta a san José. María de Nazaret es su prometida, y eso, en su cultura creaba ya la obligación de fidelidad. Si bien no convivían aún, y la mujer estaba bajo la patria potestad del padre, por ser prometida no podía estar con otra persona como tampoco debía hacer vida conyugal con el prometido. En ese contexto es que María queda embarazada. ¿Qué pensó José? ¿Qué podía pensar? Ciertamente muchas cosas, menos lo que realmente había acontecido. ¿Quién podía llegar a pensar que una mujer quedaría embarazada por obra del Espíritu Santo? ¿Quién podía pensar eso si ni siquiera se tenía conciencia de la Trinidad de Dios y, consecuentemente, de la existencia del Espíritu Santo? Un acontecimiento sobrenatural como aquél no podía ser percibido tan sólo desde la razón humana.
Al pensar en la figura de san José podemos imaginar a un joven ilusionado, lleno de amor hacia su prometida, lleno de ilusiones y proyectos. Ese hombre justo, es decir, bueno, oyente de la Palabra divina, creyente en los designios de Dios, pensaría su vida matrimonial con gran ilusión y tendría gran expectativa de comenzar a vivir en la propia casa con su esposa. Y de pronto una noticia totalmente inesperada: la esposa está encinta. ¿Pensaría san José en una infidelidad por parte de María? Me atrevo a pensar que no, pues conocía la bondad, virtud, y santidad de esa joven nazarena que era su prometida. Pero aún sin pensar mal de ella hay algo que le dice que él no tiene lugar en ese proyecto. José experimentó, creo yo, que se le caían sueños e ilusiones, que un proyecto de vida se desarmaba, y se le imponía como urgente hacer un viraje frente a todo lo proyectado. Entonces pensó una solución: abandonar a María en secreto. En secreto para no dañarla, para que no fuese apedreada por adúltera, pues eso es lo que podría colegirse si él la denunciaba, por estar embarazada… y no de él.
José tomó su decisión. Y cuando ya había decidido sensatamente, desde su racionalidad, llega el momento de la fe. El ángel del Señor le habló en sueños. No siempre es posible, ni mucho menos saludable, creer a los sueños. ¿Por qué José creyó lo que en sueños le dijo el ángel? José debió hacer un discernimiento. Debió pensar con calma, ponderar profunda e interiormente lo oído en sueños y luego de ese discernimiento se confirmó la certeza que no se trataba de una «proyección de deseos», o de «residuos diurnos», sino que era un mensaje divino el que había percibido. El ángel le dijo que no temiera tomar a María por esposa pues el hijo que ella esperaba viene del Espíritu Santo. Más aún, el ángel le invita a ser él el padre legal, poniéndole el nombre. Jesús, es el nombre que José habrá de imponer al hijo de María porque ese nombre indica que el Niño será el Salvador del pueblo, el que le salvará de los pecados.
A José se le mueven nuevamente los planes. Y él acepta. Acoge la invitación divina. El conflicto inicial se resuelve. Él tiene parte en lo que habrá de acontecer con María. Por invitación divina él será el padre legal del Mesías. Pero sin duda surgirán nuevos conflictos: cómo enfrentar la comidilla de la gente que sabe que sin cohabitar tendrán un hijo. Cómo enfrentar a quienes saben que ese niño no es su hijo. El modo del nacimiento del Niño. La posterior huida a Egipto, a tierra desconocida, para proteger al Niño.
Resuelto el conflicto inicial se perfilan otros nuevos conflictos. Pero la fe inspira. El Señor siempre se expresa, siempre muestra su voluntad, y quien se dispone a oírle escucha lo que quiere Dios y lo pone en práctica. Y asumiendo la conflictividad se realiza la obra de Dios. La fe de José, como la de María, fe que no se arredró frente a la conflictividad, permitió que Jesús fuera nuestro Salvador.
Que aprendamos esta lección de fe para hacer posible que el Salvador se manifieste en nuestras vidas y a través de nosotros.

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