Una gran promesa que requiere una grande decisión

¡Múdate de dirección!

Para darte lo nuevo Dios anhela cambiar tu domicilio.El versículo de Hebreos 6:14 contiene una inmensa promesa: “De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente”. Es extraordinario recibir La Palabra de Dios, ya que la misma me señala lo que Él anhela realizar conmigo, y llega a ser la luz que dirige mi camino.

Esta palabra fue dada a Abraham. Él era de nacionalidad judía. Es interesante observar que Gálatas 3:14 dice: “Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu”. En otras palabras, ¡ya no necesito ser judío para ser acreedor de tan preciosa promesa de Dios! Cristo murió para que a los gentiles les alcanzase la promesa de Abraham. Esto quiere decir que si usted es descendiente de japoneses, chinos, alemanes, rusos, polacos, italianos, españoles… esta promesa es para su vida y le dice que Jesús murió en la cruz para que las promesas que eran exclusivamente para los descendientes naturales, étnicos, de Abraham, lo alcancen por medio de la fe en Cristo, el Hijo de Dios. De esta forma no hay diferencia entre razas; cuando crees en la muerte de Jesús, entonces puedes vivir bajo la sombra de esta enorme promesa. ¡Esta promesa es para ti!Comienza a creer y a repetirte a ti mismo: “¡Esta promesa es para mí, ciertamente Dios me bendecirá y me multiplicará grandemente!”

La bendición será tan extremadamente grande como la fe que poseas para recibir lo que Dios quiere darte. Ahora bien, ¿qué es lo primero que Dios le dice a Abraham? ¿Qué debes hacer para acceder a su promesa y convertirte en la persona que Él desea? “Deja tu tierra y tu parentela y vete a la tierra que yo te mostraré”. Dios le dijo a Abraham: “Múdate, cambia de dirección”. Es necesario que tengas un nuevo lugar de residencia, un nuevo sitio donde vivir. Y para hacerlo realidad, debes abandonar el viejo domicilio.

Para tomar lo nuevo hay que desprenderse de lo viejo. Lo primero que Dios te pide es que te mudes de dirección, que hagas cambio de domicilio. Él tiene preparado otro lugar de residencia para tu vida y ministerio. Cada vez que Dios te desafíe a cosas mayores, te pedirá que renuncies a aquellas situaciones y pensamientos que no encajan para nada con el flamante abanico de posibilidades que quiere entregarte. Por lo general lo viejo está repleto de eso, justamente, de cosas que en un momento fueron que ahora no pueden ni deben ser más.

Lo viejo puede convertirse en una amenaza para la vida de lo nuevo, pueden frustrar el plan de Dios.

Sin embargo, a veces nos encariñamos con las cosas viejas, a todos nos sucede. Por ejemplo, cuando llegamos a nuestro hogar, lo primero que hacemos es ponernos cómodos, todos tenemos esa camiseta que quizás por el paso del tiempo ya está desteñida, pero para nosotros es la mejor. Es que nos sentimos bien, tan cómodos. También suele ocurrirnos con el calzado. Al llegar a la casa luego de una larga jornada de intenso trabajo, buscamos esa zapatilla con aire acondicionado incorporado, no porque ya hayan inventado alguna, sino porque la nuestra está cubierta de agujeritos. ¡Imagínese, en los días de calor es magnífica!

Aferrarse a lo viejo no permite la entrada de lo nuevo. Dios le dijo a Abraham: “¿Ansías mi promesa?, Entonces debes dejar de suspirar por lo viejo”.

Es preciso mudarse, abandonar viejos sentimientos que han mantenido esclavo por tanto tiempo, la sensación de no poder, la impotencia de verse incapacitado para enfrentar los sueños, impresiones de temor, de angustia, de inestabilidad, de “nunca podré vencer en la vida”. Además, habrá decisiones significativas que tomar en cuanto a viejos odios, rencores, mal carácter, mentiras, engaños, sentimientos residuales que han querido enfermarte el corazón, así como también pecados que te han mantenido sometido a su poder. Indefectiblemente hay que renunciar a ellos para ingresar a la promesa de Dios, debes cambiar de dirección. Dios te entrega una palabra:

“Te bendeciré (...) y te multiplicaré grandemente”. Pero con pesar he notado que un importante número de personas reciben la promesa, pero esta no llega a cumplirse en sus vidas. ¿Por qué sucede esto? Porque no se preparan para el cumplimiento de la promesa, porque no entran en el proceso de preparación espiritual. ¿Cuál es el proceso? Mudarse.

Haz tus valijas y emprende la mudanza más maravillosa de la vida. ¡Vive bajo la promesa de bendición de Dios!