Lectura: Juan 9:1-7
Él mismo tomó nuestras flaquezas y llevó nuestras enfermedades. -Mateo 8:17
Al reflexionar sobre su deteriorada salud, John Donne (1572-1631) describió sus sentimientos cuando los médicos le examinaban para encontrar «la raíz y el motivo» de una grave enfermedad. En murmullos, deliberaban acerca de sus conclusiones fuera de la habitación del enfermo.
Al principio, Donne estaba asustado, pero con el tiempo vio compasión en los rostros de los doctores y comenzó a confiar en ellos. La preocupación de ellos le recordaba a Donne que él podía confiar en el Gran Médico. Al leer los evangelios, vio el rostro de Dios el Padre en el rostro tierno y compasivo de Jesús.
Muchos de nosotros luchamos con nuestros pensamientos acerca de Dios, especialmente durante la enfermedad. Tal vez crecimos asistiendo a una iglesia que mostraba a un Dios iracundo que nos mandaba enfermedades. ¿Podemos confiar en Él? Al igual que Donne, nos volvemos a los evangelios para encontrar nuestra razón para confiar en Dios. Y la encontramos en Su Hijo, Jesús, quien tuvo una inigualable compasión para aquellos que estaban afligidos, sin importar la razón.
Así que hacemos la misma oración de Donne: «Líbrame, por lo tanto, oh, Dios mío, de estas vanas imaginaciones» - la creencia de que por nuestro pecado hemos perdido la bondad y la misericordia de Dios. Como Donne lo dijo sabiamente, el Gran Médico «conoce nuestras debilidades naturales, por cuanto Él las tuvo, y conoce el peso de nuestros pecados, por cuanto pagó un caro precio por ellos». -DHR
La cruz de Jesús es la suprema evidencia del amor de Dios. -Oswald Chambers
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