sábado, 26 de diciembre de 2015

INVITADOS AL NACIMIENTO

 


Los pastores de los campos de Belén (Lc. 2:8-20). Un pastor de ovejas era de pésima reputación en la generación de Jesús, despreciable, de túnica sucia, solitario, errante en las montañas, de vida forzada, que veía a su familia en ocasiones, dedicado a las ovejas, considerado profano por la élite religiosa de la época por considerarlo violador del Sabbat y su poca dedicación al ritual del templo de Jerusalén.

Se decía en Palestina: que tu hijo no sea conductor de camellos, cuidador de asnos, ni buhonero, ni pastor de ovejas, porque son oficios de ladrones. Y pensar que los pastores de Belén fueron los invitados primerísimos del Padre al nacimiento de su hijo eterno. A ellos eligió Dios como testigos del niño del pesebre, lo contaron a los vecinos de Belén los cuales se maravillaron, pero no trascendió.

Los magos del oriente (Mt. 2:1-12). Mago: es una palabra de origen ario de la raíz “Mag” de donde viene el término griego “Megas” y latino “Magnus”, que significa “grande e ilustre”.

Connotados eruditos consideran que los magos procedían de Media y Persia, y se habían educado en medicina, matemática, astronomía, ciencias naturales, astrología y liturgia religiosa.

Se cree que fueron discípulos de Zoroastro, líder fundador del Zoroastrismo en el siglo VI A.C.

La estrella se encendió en el cielo y movió a los ilustres del oriente a la sagrada cita que el cielo había convocado en Belén. En tanto, que, el palacio de Herodes y toda Jerusalén, estaban ajenos al nacimiento del Mesías Rey.

Herodes oiría el asunto de los ilustres con escepticismo y temor, como una locura. En otro orden, como humano, los sabios llegaron a Belén dirigidos por la estrella muda y brillante. Vieron el panorama en la casa donde ya vivía la familia sagrada en Belén y quedarían absortos del escenario que vieron para un Rey. Y como ante los reyes no se podía entrar con las manos vacías, ellos ofrecieron lo mejor de Persia, oro, incienso y mirra.

La estrella muda fue su señal de sobrenaturalidad una vez los ilustres adoraron al niño Rey, desaparecieron del escenario por siempre, pero la estrella sigue brillando en el horizonte de manera perenne.

Tabernáculo

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